lunes, 10 de noviembre de 2008

Hans Christian Andersen

La vida de Hans Christian Andersen se parece a la de algunos de los sufridos protagonistas de sus cuentos. Su familia era tan pobre, que el padre construyó la cama matrimonial con los restos de catafalco fúnebre comprado en un remate. Ese padre, por otra parte, era un hombre cuyas ideas y pensamientos tenían poco que ver con el mundo de las necesidades inmediatas: en vez de remendar los zapatos –era zapatero-, prefería huir al bosque a soñar. Hasta que un día se marchó definitivamente de casa para combatir al lado de Napoleón. Volvió, sin embargo, al cabo de un año, pero tan enfermo, que poco después murió.
Hans Christian creció casi solo, ya que la madre volvió a casarse y lo dejó poco menos que libre a si mismo. Fue a la escuela hasta aprender a leer y escribir; luego, la abandonó. Había heredado de su padre la propensión a escaparse a los bosques y soñar, y si a ello se agrega que permanecía largas horas contemplando el mar, se tendrá una idea de su carácter infantil. Cuando creció, no cambió mucho, de modo que se le hizo difícil conseguir trabajo, aunque los probó todos.
Contrariamente a la contemplación inactiva practicada por su padre, el futuro escritor hizo de su temperamento soñador la fuente de su inspiración, es decir, el motivo de su trabajo. Desde muy temprana edad, y a solas, como todas las cosas que hacía, se puso a escribir comedias y otras obras de teatro, las que alternaba con la concepción de relatos cortos. Hans Christian sólo parecía ser un contemplativo apático; la verdad era que se convirtió, acicateado por su vocación de comediógrafo y cuentista, en un formidable trabajador.
Había nacido en Odense, Dinamarca, el 2 de abril de 1805. Sus andanzas le llevaron, siendo apenas un joven, a otros lugares de la patria. Ocurrió que teniendo sólo 14 años, después de ver actuar a una compañía de cómicos que pasaba por su ciudad natal, decidió irse con ella, camino de Copenhague. Tomó la decisión metiéndose en el bolsillo los únicos 15 táleros (moneda antiguamente alemana) que poseía, y allá se fue. Él no lo sabía, pero al emprender la marcha lo hacía llevando consigo al escritor al que había dado vida con su coraje.
En la capital del reino le esperaba una desigual batalla: quería ser actor, y su figura poco agraciada no le ayudaba; quería ser autor de piezas teatrales, y sus comedias no gustaban. Solicitó ser admitido en compañías de reconocida trayectoria y en otras de menor fama, pero en ninguna obtuvo respuesta: sus mediocres cualidades histriónicas desalentaban a empresarios y directores. Recurrió al padrinazgo de algún noble, pero tampoco.
Estos reveses y las privaciones correspondientes (de los magros ahorros no le quedó nada bien pronto) no le impidieron, sin embargo, continuar con su ritmo de trabajo. Seguía produciendo, aunque no gustaran sus escritos. Fue así como la publicación de un poema, “El niño moribundo”, atrajo la atención de un conocido poeta, Oehlenschlanger, y de otras personas interesadas en su producción, que decidieron ayudarle. Comenzó para él una buena época, la que se convirtió en excelente cuando conoció al político Jonás Collin, eminente hombre público que decidió protegerle en adelante. Por intervención de este providencial mecenas, Hans Christian volvió a la escuela y siguió estudios regulares costeados por el Estado. Había comprendido que su triunfo llegaría cuando dominara la lengua nativa y pudiera dar forma con un mejor instrumento a sus inacabables imaginaciones.
Cuando terminó los estudios, se dedicó de lleno a escribir para el teatro. Una y otra comedia fue saliendo de su fértil fantasía. Pero a ninguna compañía le interesaba, preferían arriesgar con otros autores. Tanto insistía él, que, en ocasiones, las obras lograban la aprobación de algún director y hasta el elogio de algún crítico. Andersen creía tocar el cielo con las manos. Pero en seguida venía la realidad: la pieza siguiente era rechazada y criticada duramente. El escritor no había nacido para autor teatral.
Entonces, Hans Christian, que tenía de todo menos de haragán, se puso a escribir cortas narraciones, obligado por las necesidades que otra vez volvían a rondarle. Esos cuentos y relatos encontraron rapidísimo eco entre el público.
Él ni se asombró; lo creía natural. Pero no se daba cuenta de la importancia de esa producción. Y seguía creyendo que lo fundamental para un creador era triunfar en la escritura de comedias y novelas.
Sin que él se diera cuenta, al cumplir los treinta y cinco años de edad su nombre era ya el de un escritor conocido. Esos cuentos que él producía como que si no le costarán, y hasta sin darles valor, habían ido creándole una fama que crecía día a día. Comenzaron a lloverle las invitaciones para visitar castillos de nobles protectores de las letras, que le declaraban huésped de honor; las ciudades se disputaron su presencia, considerando un privilegio contarle en sus cortes. En fin, los viajes ocuparon su vida desde entonces, y así conoció Suecia, Francia, España, Grecia e Italia.
Todo esto le entusiasmaba, despertaba su curiosidad de niño grande. Pero no cesaba de producir y, por esta razón, por una afortunada novela titulada “Improvisadores”, su fama se hizo verdadera y duradera en toda Europa. Al menos así lo creyó él, ya que creía menos largo, en la memoria, el camino de sus cuentos admirables.
Una vez más, como un personaje de esos cuentos, regresó a Dinamarca, a su Odense natal, en la apoteosis de su gloria de escritor. Había salido pobre y desconocido, y volvía rico y renombrado. Orgullosos, los dinamarqueses, al oír tantos elogios de él y al ver su obra variada y bella, acumulada con el andar de los años, decidieron levantarle un monumento. Se cuenta que Hans Christian, ya viejo, solía pasearse dando vueltas alrededor de la estatua y mirando él también con admiración al creador de tanta narración fabulosa, poética y aleccionadora, como si no fuera él mismo.
No sabemos si daba igual importancia al Patito Feo, uno de sus inolvidables personajes, de todos conocidos; a Sirenita, a soldadito de Plomo, al ruiseñor, a princesas, hadas, gnomos y otros seres fabulosos que creó o recreó con tanto acierto, o a sus otros escritos. El mundo que había hecho vivir con la palabra, sacado de la magia de la infancia de todos los pueblos y todos los tiempos, ese mundo él lo llevaba dentro; por eso, tal vez, nunca lo tuvo muy en cuenta. Para la literatura universal es tan hermoso y ha logrado tanta aceptación, que en la melancolía que lo envuelve creemos ver algo de su espíritu soñador y luchador.
Andersen, consagrado, admirado y querido, murió a los setenta años, en Copenhague, en casa de unos ricos comerciantes amigos suyos que le alojaban temporalmente.
Akira
Joselin

sábado, 11 de octubre de 2008

Pasos para enamorar

Me han enseñado a amar, me lo han enseñado de una forma tan simple, tardada pero simple, es difícil de entender, pero la persona que me enseño recibió su boleta de graduación al enseñarme a mí, y yo la recibiré algún día cuando consiga que alguien me ame de la forma en que yo lo llegue a amar a él, no sé si me entusiasme de la misma forma en que se entusiasmó él al saber que lo había logrado. Son simples los pasos que tienes que seguir…
Paso Nº 1: debes buscar a la víctima, perdón, me equivoco, debes buscar una tonta voluntaria, alguien a quien sepas bien que no le interesas ni tantito, así será más grande el reto, debes hacerle sentir que te interesa tanto, hacerle sentir que piensas en ella, más que en ti, claro, esto no es cierto, únicamente es un simple formulario, debes decir que la verdad es lo más importante en una relación, debes también decir, la confianza debe ser indispensable “confía siempre en mí, yo nunca te lastimaría”.
Paso Nº 2: cuando consigas lo anterior debes decir te quiero, una, dos, tres o hasta mil veces, hasta que ella o él pueda creer que es verdad. Es importante que los pasos sean en orden, de otra forma la o lo asustarías, la distancia es también una forma de que se enamore, toda persona extraña a quien le dice lo que quiere escuchar, extrañarte hace que crezca ese amor por ti; durar distante un mes, dos, tres o hasta un año ¿para qué? Podrías preguntarte. Pues bien, él o ella pensará en el momento en el que pueda volverte a ver, y ese momento va a llegar, no te preocupes, claro que llegara, aquí es importante no confundirse, tú debes pensar en ti, no en ella; si, sé que es la manera más egoísta que habías escuchado, pero por desgracia la única que me enseñaron.
Paso Nº 3: cuando al fin llegue ese día en que llegas, te habrás dado cuenta si hiciste un buen trabajo, la manera es la siguiente: ella te recibirá con una sonrisa en los labios, con los brazos abiertos y con la llave de su corazón en su mano, para entregártela a ti, si logras que te la de, habrás logrado lo que te propusiste desde un principio; lastimarla, tú en ese momento debes abrazarla fuertemente, debes darle el beso más dulce, ella pensará en el momento en que pueda volver a verte y tú debes pensar en la forma de deshacerte de ella.
Paso Nº 4: este es el paso más importante, en este momento te das cuenta de cuánto te ama, o si simplemente te quiere como tú la quieres a ella, debes mentir y hacer que ella te defienda ante todo, debes lograr que ella te tenga por encima de todos, debes hacer que no le importe lo que piensen los demás, sólo debe creer lo que tú le digas, y si le fallas y ella se logra dar cuenta debe perdonarte una, dos, tres o hasta mil veces y después debes marcharte sin ninguna explicación.
Le habrás enseñado tu forma de amar, le habrás enseñado que el amor es farsa, actuación, hipocresía, le habrás enseñado a jugar, ella habrá aprendido que debe jugar si no quiere que jueguen con ella, ella pondrá en práctica lo que le enseñaste.
Habrá aprendido que dañar duele, pero que duele más aun ser dañada.
Habrá aprendido a mentir, habrá aprendido a poner un muro entre ella y su corazón ya sin llave.
Habrá aprendido a odiar y a que la odien.
Habrá aprendido a caer en el pesimismo, le habrás enseñado a no confiar en nadie.
Habrá aprendido que la risa es la mayor satisfacción, cuando esta sale de su voz y no de su corazón.
Habrá aprendido que tu presencia no es tan importante para ella.
Habrá aprendido a ser egoísta como tú, pensara únicamente en ella, no en los demás.
Habrá aprendido que su esperanza de ser feliz, se va hundiendo poco a poco en el lodo.
Habrá aprendido a amar un cuerpo no un corazón.
Yo hubiese querido no haber aprendido nada de esto, más sin embargo, es tan difícil olvidar lo que se aprende tan pero tan bien. Si este es realmente el significado de amar, lamento decirlo y lo digo con el corazón que yo lo odio, lo odio tanto, que quisiera saber cuándo va a ser el día que lo borre por completo.
Quisiera saber cuándo va a ser el día en que me devuelva la llave de mi corazón, que solo guarda como un trofeo más para su colección, como uno más de sus reconocimientos, quisiera saber cuándo va a ser el día que alguien más, me enseñe otra forma de amar que no sea tan dolorosa. Pero si tu quieres que alguien te ame, debes estudiar, estudiar mucho, lastimar, lastimar demasiado, amar, amar mas para que obtengas una llave más, una llave más de cada corazón destrozado a tu paso.
Si aprendes esta forma de amar por ti solo, debes sentirte el hombre más infeliz del mundo, porque haces daño conscientemente, pero si esta forma de amar te enseñaron, no debes sentirte culpable, tú no escoges victimas, ellos son voluntarios.
No sé si algún día consiga mi boleta de graduación, pero sabes? Prefiero reprobar, reprobar tantas veces como me sea posible, porque a pesar de que fue la forma de amar que me enseñaron, no se si sea capaz de ponerla en práctica, aunque me equivoco, solo hay una persona a la que le quisiera demostrar que aprendí esa forma de amar, y que puedo llegar a hacerle tanto daño como el que él me hizo a mí.
Ama sin esperar que te amen, lucha por conseguir todo lo que quieras, sueña con lo que quieres soñar, nunca odies a nadie; pues ese odio puede llegar nuevamente a ti. Recuerda los días felices, y olvida a quienes te lastimaron. Nunca obtengas un reconocimiento a costa del llanto de alguien más. Piensa en los demás antes que en ti mismo. Llora porque te lastimaron, más no porque lastimaste. Pero sobre todo, desea toda la felicidad del mundo a aquella persona que te lastimo porque en algún momento te dio alegría.
Akira
Joselin

domingo, 5 de octubre de 2008

¿Por qué el perro defiende nuestro hogar?

Que confianza nos inspira nuestro fiel amigo, el perro, que con su abnegada conducta cuida nuestra casa vigilando la entrada de extraños, ya sea con ladridos o gruñidos y aún con el ataque al intruso.
Creemos habitualmente que esta valiente y útil actitud es el fruto de su elevada inteligencia y de su cariño y reconocimiento hacia nuestros solícitos cuidados. Sin embargo, no es así. Los estudios sistemáticos de la conducta de los animales han permitido comprobar que todos ellos, inclusive nuestro perro, tienen una conducta determinada por leyes de comportamiento muy estrictas, casi como una muy perfeccionada computadora. Todos los actos de la vida de un animal están adecuadamente planeados para permitir su subsistencia como especie.
La mayor parte de los animales vive, se desarrolla, se aparea, reproduce y muere dentro de un territorio determinado, donde encuentra el sustento para su actividad vital. Este “territorio” está constituido por su guarida y una extensión de terreno, mayor o menor según sea de hábito solitario o gregario (vida en comunidad) y según halle en él una pobre o gran concentración de alimentos, respectivamente. También la extensión del territorio depende de la capacidad del animal para mantenerlo bajo su dominio.
El dominio del territorio se da tanto en los animales terrestres como en las aves y en los animales acuáticos y nos explica, por ejemplo, las tan frecuentes peleas a que asistimos entre los gorriones en las ramas de un árbol y aún en el aire, o el paradójico hecho de que cerca del nido de un gavilán vivan otros pájaros sin ser molestados, pues el “coto de caza” del gavilán está en otro lugar.
¿Cómo conoce cada animal el “propio territorio”? Desde 1949, Hedigen ha estudiado este interesante fenómeno y pudo apreciar que, en muchos casos, la demarcación de un territorio, posesión de una pareja o de una colonia de animales, se efectuaba por lo que llamó “medios químicos”. Entre los mamíferos, el método más frecuente es la emisión de orina: el animal va orinando marcando las señales que le sirven para orientarse, en las periferias de su territorio. Así ocurre entre los perros, los lobos, los leones; otros mamíferos poseen glándulas que segregan sustancias olorosas que les permiten marcar apropiadamente su dominio: el oso, el ciervo, el conejo y los llamados animales almizcleros (por el olor particular que despiden).
Los perros tienen también necesidad de territorio. Instalados en el hogar, adoptan los límites del mismo; algunos, al estar sueltos y tener acceso a la calle, pueden extender este reducido habitáculo. Lo demarcan con sus orinas en todos los puntos límites del mismo; de allí el hábito frecuente de olfatear antes de orinar y lo hacen, casi siempre, en los mismos sitios (por lo general, árboles o paredes).
Cuando alguien desconocido pretende entrar en el hogar, el perro comienza a ladrar para advertirle que invade “su” territorio, ya ocupado por seres a quienes él reconoce por el olfato. Si el intruso no hace caso de esta advertencia acústica, el perro gruñe, eriza su lomo y muestra los dientes, cumpliendo con la advertencia visual. Pero si, desoyéndolo, penetra en “nuestro hogar”, que es en realidad el “territorio” del perro, éste ataca.
Vimos que si tiene acceso a la calle, puede extender su pretensión territorial sobre las veredas y terrenos cercanos a la casa, y allí existen dos riesgos: que la frecuente invasión por perros de la vecindad y callejeros, sin hogar, provoque peligrosas peleas; y la posibilidad de que contraiga la rabia por mordeduras. Pero también es de considerable peligro para los vecinos o inocentes transeúntes que penetran en el “dominio” extra hogareño del perro y pueden ser atacados y mordidos por éste; pero, entiéndase bien, sin que signifique “maldad” o “agresividad” del animal, sino solamente el desconocimiento de sus rígidos mecanismos de conducta.
Akira
Joselin

domingo, 21 de septiembre de 2008

El cacao: alimento de los dioses y los hombres

El cacao es una planta cuyo nombre científico, “Theobroma”, significa “alimento de los dioses”. Y es que así lo consideraban los antiguos habitantes de México, quienes creían que esa maravillosa planta les había sido concedida por su benefactor, el dios Quetzalcóatl, junto con otros dones, para deleite y alegría de ellos. Con los frutos del cacao, los aztecas y mayas fabricaban una reconfortante bebida que llamaban “chacolatl”, origen del sabrosísimo chocolate que ingerimos hoy. La historia del cacao y del chocolate es la apasionante historia de cómo los hombres supieron aprovechar una planta que es un verdadero regalo de la naturaleza.
El cacao (como la patata, el maíz y el tabaco) es una planta originaria de América que fue conocida por los europeos después del viaje de colón. Es un árbol propio de las regiones tropicales, especialmente de Venezuela y México. Después de la conquista fue trasplantado a las Indias orientales, en Asia, y al África, donde prosperó extraordinariamente. Hoy su cultivo está difundido en América Central, África Ecuatorial y el sudeste de Asia.
El cacao puede alcanzar de 4 a 12 metros de altura; sin embargo, en las plantaciones o cacaotales no se le permite que pase de 3 a 8 metros para facilitar la cosecha de los frutos. Las flores no tienen aroma y brotan formando racimos sobre las ramas o el tronco. Un árbol puede dar unas seis mil flores, pero sólo un fruto de cada cien flores alcanza su madurez.
Esta planta no puede crecer sin calor y sin sombra. Por eso en los terrenos destinados a su cultivo se plantan, primeramente, árboles “parasoles” que crecen más rápido, como la mandioca y el bananero, y otro árbol llamado eritrina, que los indígenas llaman “madre del cacao” por la protección que le brinda su abundante sombra.
El fruto del cacao pende del tronco o de las ramas por un corto pendúnculo y mide de 15 a 25 cm de largo y 10 cm de diámetro. Está marcado por una decena de estrías, y en su interior hay una pulpa viscosa muy tierna, que a su vez contiene muchos granos o habas del cacao. Por lo general, se efectúan dos cosechas anuales.
Cuando el fruto esta anaranjado y produce un ruido seco al ser golpeado, comienza la cosecha. Ésta debe hacerse con mucho cuidado para mantener la calidad del producto. Luego es abierto y se le extraen los granos, que son secados al aire. Después de una primera selección, los granos se depositan en recipientes recubiertos con hojas de bananero. Allí se produce una primera fermentación: el grano sufre transformaciones químicas y adquiere un típico color caoba, que es muy apreciado por los expertos.
Los aztecas conocían y apreciaban las virtudes del cacao, y en los jardines del emperador Moctezuma se cultivaba esta planta. El soberano bebía en un recipiente de oro una exquisita bebida. Cuando Hernán Cortés llegó a México, Moctezuma le ofreció chacolatl, que era preparado con polvo obtenido de los granos de cacao mezclado con hierbas aromáticas, miel y agua hirviendo. A Cortés le agradó esa bebida y envió al rey Carlos V algunas semillas de esta planta con indicaciones útiles para preparar el chocolate. Sin pensarlo, Cortés mandó algo más valioso que el oro y la plata de los imperios indígenas, pues el cacao, con el tiempo, dio origen a una floreciente industria mundial.
Cuando Carlos V saboreó el chocolate, envió semillas a la familia real de Austria y también al Papa. Luego, el cacao fue conocido en las cortes de Francia, Inglaterra e Italia. En todas ellas despertó gran entusiasmo, y en la corte del rey Luis XIV –en el Palacio de Versalles- se servía chocolate como merienda. En Inglaterra, el chocolate fue adoptado por las clases pudientes, y en 1746 se fundó el “Cocoa Tree” o “Árbol del Cacao”, uno de los clubes más famosos del mundo.
La creciente demanda de chocolate dio nacimiento a una pujante industria, en la que se destacaron los suizos, ya que en suiza se instaló la primera fábrica de chocolate con procesos mecánicos. Lo demás pertenece a nuestros días, en que todos pueden saborear este sabroso y nutritivo alimento.
Akira
Joselin

domingo, 14 de septiembre de 2008

Historia de los números

Los números los utilizamos constantemente en casi todas las manifestaciones de nuestra vida diaria, pero difícilmente nos preguntamos cómo nacieron y, menos aún, si hace cinco o seis mil años nuestros antepasados manejaban esos números con la misma facilidad con que lo hacemos nosotros. De allí que se propone entrar en el apasionante mundo de los números para recorrer el camino que siguieron a través de los siglos, y cuyo origen está relacionado con el instinto de la propiedad.
La invención de los números data de los albores de la humanidad; de allí que el profesor Puig Adam, de la Real Academia Española de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, dijera que “la Matemática es tan vieja como el instinto de propiedad, es decir, tan antigua como el hombre”. Y agregara. “Éste se sintió matemático en cuanto al afán de retener lo suyo lo llevó a contar sus rebaños y a medir sus tierras”.
Pero, ¿cómo contaba sus ovejas, sus bueyes o sus caballos nuestro antepasado prehistórico?. Pues por medio de guijarros, que iba colocando en un recipiente de barro, uno por cada animal que llevaba a pastar por las mañanas. Al regreso, por cada animal que hacía entrar en el redil sacaba del recipiente uno de los guijarros. Si aquél quedaba vacío, su manada estaba completa. He aquí cómo se manifestaba su instinto de propiedad. También, y con el mismo fin, solía hacer marcas en los árboles.
En sus comienzos, el hombre numeraba las cosas con los dedos. Si quería decir 1, levantaba un dedo; si deseaba decir 2, levantaba dos dedos, y así sucesivamente. Con las dos manos podía contar hasta 10. Para señalar un número mayor hacía girar las manos: dos veces para el 20; tres, para el 30, etcétera. (Los aborígenes de América, dice Fernando Hoefer en “Historia de las Matemáticas”, juntaban dos veces las manos y expresaban la cifra 20 y, sucesivamente, las demás restantes.) Algunos pueblos utilizaban, además, los dedos de los pies como complemento.
Estos antiguos sistemas de numeración, cuya base es el número 20, se hallan todavía presentes en el idioma francés. Por ejemplo, “quatrevingts” (cuatro veinte) es frase que se utiliza para nombrar al número 80.
Pero además de contar, después se hizo necesario escribir las cantidades. Entonces surgieron los signos o cifras, y, con ellos, también aparecieron las creencias sobre ciertos atributos benignos, sagrados o maléficos que los antiguos les adjudicaban a algunos números.
La forma de los números romanos se parece mucho a la manera de contar con los dedos que se usaba en un principio. Así, el 1, el 2 y el 3 corresponden a uno, dos y tres de los dedos levantados. La mano abierta con el pulgar estirado significaba 5, y las dos manos abiertas y cruzadas a la altura de la muñeca expresaban el 10.
Los números que utilizamos actualmente derivaron también del sistema de contar con los dedos. El 1, desde un comienzo se escribió tal como lo hacemos hoy; el 2 era representado por dos trazos, pero horizontales; el 3, por tres bastones acostados, el uno sobre el otro; el 4, por dos bastones colocados en forma de cruz, y el 5, por una mano cerrada con el pulgar extendido. Al escribirse rápidamente, sin levantar la pluma del papel, fueron tomando la forma con que los conocemos.
Los signos que usamos actualmente provienen de la antigua escritura de la India; tal vez de la edad de oro del hinduismo, época en que adquirieron extraordinario desarrollo la astronomía, la medicina y la matemática (hacia los años 320 a 400 de nuestra era), cuando la dinastía Gupta ocupaba el trono. Sin embargo, estos signos se denominan arábigos. ¿Cuál es el motivo? En el año 711, los árabes empezaron su penetración en la India, al mando de Mahomed-ibn-Quasim, y tomaron contacto con la civilización de ese país. Posteriormente, los signos a que hacemos referencia fueron introducidos por los árabes en Europa; de allí que fueran conocidos como signos arábigos.
El cero no existía; tanto es así, que en la numeración romana no figura. En los taleros para cálculos llamados ábacos –que usaban los romanos- se dejaba vacío el lugar que debía corresponder al cero. Por fin, un día ese espacio fue ocupado por el número ideado por Brahmagupta, hindú nacido en el año 598: el famoso e importantísimo cero.
Este signo también fue introducido en Europa por los árabes después del siglo X. Y como a este número los árabes lo llamaban sifr (que significa vacío), de esta palabra derivó el vocablo cifra con que se designa a los números. Pero, en realidad, el cero es la cifra por antonomasia.
Sin embargo, pese a su importancia, el cero no interviene en la numeración oral. Por ejemplo, si escribimos 5.006.004, decimos simplemente: cinco millones seis mil cuatro. Es decir, nombramos únicamente 3 números en una cifra que consta, en realidad, de 7 números.
Los distintos pueblos del mundo crearon sus propios símbolos numéricos o formas de escribir del 1 al 0. Los babilonios grabaron signos en forma de cuña (cuneiformes) usando un estilete sobre tablillas de barro o arcilla. Los egipcios escribieron sobre papiro formas simplificadas de sus jeroglíficos. Los mayas tenían dos tipos de numeración: uno compuesto de rayas y redondeles, y otro con figuras de divinidades. Los incas utilizaron los equipos o series de cuerdas con nudos. En cuanto a los signos numéricos griegos, se formaron valiéndose del alfabeto, lo mismo que los hebreos; y los signos romanos provienen directamente de contar con los dedos. Pero los números arábigos, generalizados, son los que dominan el mundo.
Akira
Joselin

lunes, 8 de septiembre de 2008

El caballito de mar

El hipocampo o caballito de mar es uno de los animales más curiosos que existen. Es un pez y, sin embargo, no tiene escamas; la cabeza y el cuello son arqueados como los del caballo, la boca es tubular; el pecho es como el de la paloma y la cola es prensil como la de ciertos monos. Además, puede cambiar de color como el camaleón y, como los de este reptil, sus ojos pueden moverse de forma independiente hacia cualquier lado. A esta extraordinaria criatura, que parece más bien fruto de la fantasía, los antiguos griegos la llamaron hipocampo, que significa: caballo encorvado.
La forma y la organización del hipocampo no recuerdan para nada a las clásicas de los peces. Su cuerpo carece de escamas, pero está protegido por pequeñas placas óseas, que forman como una armadura externa, la que le permite conservar su forma aún después de morir. Pero sigamos con su descripción, que no hace sino acentuar la diferencia con los peces. La boca es pequeña, carece de dientes y se halla en el extremo de un hocico alargado en forma de tubo. Se alimenta de pequeños crustáceos y otros animalitos marinos, así como de plancton y formas microscópicas de seres vegetales y animales.
A causa de su envoltura rígida, el hipocampo no puede nadar horizontalmente, atravesando el agua como lo hace la inmensa mayoría de los peces. Por eso nada en posición vertical y se impulsa por medio de una diminuta aleta dorsal, en forma de abanico.
Además, flota gracias a su vejiga natatoria. Si se escapan algunas burbujas, desciende y permanece en las profundidades hasta que se produzca suficiente gas, como para poder volver a subir cerca de la superficie. La aleta pectoral y los movimientos de la cola le permiten realizar rápidos desplazamientos verticales.
La cola del hipocampo es prensil y, por lo general, se enrolla hacia delante. Con ella se sujeta a las algas u otras formaciones marinas cuando se detiene a explorar los alrededores en busca de su presa.
Durante la primavera se produce entre los hipocampos una curiosa marcha nupcial, que dura uno o dos días. Durante ella, la hembra deposita los huevos en una especie de bolsa que el macho posee en su vientre. Durante 45 días, este se encarga de incubar los huevos en el saco ventral; al cabo de este tiempo, nacen las crías. Entonces se ve algo realmente curioso, con movimientos convulsivos, el “padre” arroja de su bolsa 50 ó 60 minúsculos animalitos que continúan su desarrollo en el mar.
Este extraño pez es propio del Mar Mediterráneo y de las zonas cálidas del Océano Atlántico. Por lo general permanece cerca de las costas, pues allí encuentra abundante alimento. Los pescadores utilizan grandes redes para pescarlo, y así se han descubierto unas 40 especies de tamaño y variable, que oscilan entre los dos centímetros y medio y los treinta centímetros.
Esta curiosa criatura es sólo un capricho de la naturaleza. A causa de su envoltura externa, no es comestible. Sin embargo, en la antigüedad se le atribuían grandes virtudes; así, por ejemplo, actuaba como un antídoto, si se preparaba con vino, miel y alquitrán; en cambio, macerado en vino producía un fuerte veneno. En la Edad Media se lo aconsejaba para combatir la fiebre. Hoy, cuando los productos químicos y farmacéuticos lo han sustituido por completo, el hipocampo solo sirve para mostrar una de las virtudes con que la naturaleza lo ha dotado: la forma en que los padres cuidan con gran dedicación a sus hijos.

domingo, 31 de agosto de 2008

Las 7 maravillas del mundo

Si quisiéramos enumerar las maravillas del mundo moderno nos veríamos en aprietos por la controversia que originaríamos, ya que las que, según nuestro parecer, serían maravillosas, para otros no pasarían de ser inventos o descubrimientos importantes, pero no prodigiosos. Tal vez hubiese coincidencias al mencionar el cinematógrafo (incluido el cine sonoro), la radiotelefonía, la televisión (inclusive la de colores), los computadores electrónicos, la desintegración del átomo, el rayo láser y los vuelos espaciales. Pero habría quien considerase la afeitadora eléctrica o la vacuna antipoliomielítica como maravillas modernas.
En cambio, las maravillas del mundo antiguo fueron siete, y en eso no hay discusión.Hacia las postrimerías del siglo III antes de nuestra era, un ilustrado ingeniero llamado Filón de Bizancio redactó la primera lista de las maravillas del mundo de ese entonces, y hacia el año 150 antes de J.C hubo una segunda mención de las mismas, esta vez efectuada por un poeta, Antipatros de Sidón. Lo cierto es que se eligieron siete obras monumentales como dignas de ser nombradas; y se eligieron siete porque ese número tenía entonces un valor mágico: las Pirámides de Gizeh, los Jardines Colgantes de Babilonia, el Faro de Alejandría, el Coloso de Rodas, la Estatua de Zeus en Olimpia, el Templo de Artemisa en Éfeso y el Mausoleo de Halicarnaso. Y de no haber sido por la influencia del número siete, se hubiera nominado como la octava maravilla el templo de Jerusalén levantado por Salomón en el siglo X antes de J.C.
Las pirámides de Gizeh
Para dar antecedentes de estas pirámides tenemos que remontarnos a, por los menos, 4620 años atrás o, para ser más exactos al año 2650 antes de J.C., ya que por ese entonces fueron construidas. Tres reyes de la IV dinastía de los monarcas egipcios hicieron levantar sus pirámides: Keops o Cheops (en egipcio Khufu), Kefrén o Chefrén (Khaf-Ra) y Micerino (Menkaure); y dícese que los bloques de piedra fueron llevados desde Libia, tarea que demandó 10 años.Se calcula que para construir la pirámide de Cheops trabajaron unos 100.000 esclavos, quienes no sólo transportaron los bloques de piedra (más de dos millones) sino que construyeron las rampas, las palancas y los rodillos que su transporte exigía. Lo cierto es que las pirámides de Cheops, Chefrén y Micerino que se levantan en Gizeh superan a las demás en interés arquitectónico, artístico e histórico.La de Cheops mide 137,18 metros de altura y 223 metros de lado; la de Chefrén mide 136.40 metros de alto y 210.46 de lado, y la de Micerino, 62 metros y 108.04, respectivamente.

Los jardines colgantes de Babilonia
Semíramis fue una reina legendaria de Asiria que se supone vivió en el siglo XII antes de J.C. Según el mito, Semíramis había cautivado con su belleza y valor al rey Nino, quien la raptó. Al poco tiempo, Semíramis hizo asesinar para gobernar como única soberana. Fue entonces cuando fundó la ciudad de Babilonia y comenzó a conquistar el Asia. Después de reinar durante 42 años abdicó ante una conspiración dirigida por su hijo Ninias. La leyenda termina diciendo que Semíramis desapareció convertida en paloma.Babilonia era una ciudad suntuosa, con puertas monumentales y grandes templos y palacios con terrazas que sostenían los famosos jardines colgantes. Por medio de bombas hidráulicas, el agua del Éufrates era llevada hasta las terrazas para regar plantas y árboles.En esta ciudad fue donde se levantó la famosa y bíblica Torre de Babel, y allí reinó como monarca absoluto Nabucodonosor II, que destruyó el reino de Judá y su capital, Jerusalén, y reconstruyó los grandes canales del Éufrates. En cuanto a los jardines colgantes, se ignora cómo eran en realidad.
El faro de Alejandría
Hacia el final del siglo IV y principios del III antes de J.C., vivía en Alejandría un arquitecto de origen griego conocido como Sostrato de Cnido, quien estaba al servicio del rey de Egipto Tolomeo I, apellidado Soter (salvador).Sostrato –por orden de Tolomeo I- construyó, en una península de la ciudad de Alejandría, un faro que, en su época, se consideró como una hazaña técnica. Sobre una amplia base cuadrada levantó una torre octogonal de unos 100 metros de altura. En la parte superior construyó un recinto donde, por las noches, ardía un fuego alimentado con leña y resina y que servía de señal y aviso a los navegantes. La torre fue destruida por un terremoto en 1375.
El coloso de Rodas
Esta enorme estatua fue erigida en honor de Apolo como dios del Sol (Helios) a la entrada del puerto de la isla de Rodas. Estaba fundida en bronce y tenía una altura de poco más de 30 metros. Según las referencias, sus pies descansaban separados sobre sendas moles que habían sido levantadas a cada lado de la entrada al puerto, y tenía una antorcha encendida en su mano derecha.El escultor Cares de Lindo comenzó a construirla hacia el año 290 antes de J.C., y la terminó unos doce años después. Lamentablemente, un terremoto derribó a este coloso y lo hundió en el mar, quedando sobre sus pedestales restos de los pies.
La estatua de Zeus, en Olimpia
Zeus era para los griegos, el padre de los dioses (el Júpiter de los romanos). Era el señor absoluto del mundo y el que abría a los hombres el camino de la razón.Fidias fue un famoso escultor griego del siglo V antes de nuestra era, que también fue un gran fundidor, orfebre y grabador de metal.Pues bien: Fidias, para el santuario de Zeus erigido en la ciudad de Olimpia, cinceló la estatua del padre de los dioses, la que llegó a constituirse en una de las siete maravillas del mundo antiguo.La figura del Dios Zeus (de 13 metros de altura) aparecía sentada en un trono de ébano, bronce, marfil, oro y piedras preciosas. El rostro estaba enmarcado en una densa barba rizada, y con la mano derecha Zeus sujetaba a la Victoria, mientras que con la izquierda sostenía el cetro con un águila. Un incendio la destruyó en el año 475.
El templo de Artemisa, en Éfeso
La Artemisa de los griegos era la Diana cazadora de los romanos, y la imaginaban hermosa, solitaria, casta y pura, de allí que se la relacionara con la Luna. En varias partes de Grecia se le rendía culto como diosa lunar, y en Éfeso se le levantó un templo que tenía 127 columnas, sobre una superficie de 73 por 141 metros. Este templo era una verdadera maravilla, pero un ciudadano griego llamado Eróstrato, que quería salir del anonimato y adquirir celebridad, lo incendió en el año 356 antes de J.C. Los habitantes de Éfeso lo condenaron a morir en las llamas y prohibieron que se mencionase su nombre a fin de que no pudiera adquirir notoriedad, como era su deseo. Pero pese a ello, el nombre fue conocido. Dinocrates, arquitecto griego, reconstruyó el templo en su antiguo emplazamiento, pero los godos lo destruyeron definitivamente en el año 262 de nuestra era.
El mausoleo de Halicarnaso
Allá por el siglo IV antes de J.C., existía en el noroeste del Asia Menor una región llamada Caria que tenía dos ciudades importantes: Mileto y Halicarnaso. El señor de Caria, el monarca, se llamaba Mausolo, y su mujer, Artemisa.Parece ser que Mausolo tenía fervientes deseos de pasar a la posteridad, anhelo que era compartido por su esposa. Lo cierto es que Mausolo mandó construir para él una tumba monumental que proclamase su fama a través de los tiempos, para lo cual hizo ir a Caria a los mejores y más célebres arquitectos jónicos. Pero no pudo ver terminada su obra, pues murió en el año 353 antes de J.C., después de haber gobernado durante 24 años. Pero su mujer hizo continuar la obra, que se convirtió en una de las siete maravillas del mundo. El sepulcro o mausoleo (pues del nombre de Mausolo proviene el que se da a los sepulcros suntuosos) constaba de tres cuerpos, coronado por una cuadriga con las estatuas de Mausolo y Artemisa, y medía 42 metros de alto. En el siglo IV de nuestra era fue arrasado por los turcos.
Akira
Joselin