domingo, 24 de agosto de 2008

El saludo

Desde los tiempos más lejanos, el saludo fue un símbolo de respeto, amistad y cordialidad, que el hombre practicó con fundamentales diferencias, que varían según la época y los pueblos, ya que cada uno adoptó una manera de saludar, dando así nacimiento a una serie de costumbres, muchas de ellas curiosas e insólitas, que aún hoy se practican, en distintos lugares de la tierra, a pesar de ser sus culturas diferentes.
Si nos atenemos a las teorías más aceptadas, podemos afirmar que el saludo fue, en primer lugar, más que una manifestación de amistad o de afecto, la manera más clara de demostrarle a quien se acercaba, que no corría ningún peligro de ser atacado, pues la mano se mostraba extendida, en actitud pacífica.
De acuerdo con su idiosincrasia, los pueblos fueron adaptando y modificando el saludo a través de los tiempos, dándole características particulares. La desaparición de algunas vestimentas y la transformación de otras, hicieron variar la forma de saludar, pero lo que aún se mantiene viva es la raíz fundamental, que dio origen al saludo.
Uno de los saludos más universalizados es, sin duda alguna, quitarse el sombrero. Ya que el sombrero, desde hace mucho tiempo, es más que un simple complemento de la vestimenta: es todo un símbolo de la jerarquía, de quien lo lleva, conociéndose así, por su sola presencia, el grado de nobleza o importancia de su orgulloso dueño. De allí los distintos tipos de sombreros, su confección y la magnificencia de algunos de ellos, adornados con finísimas plumas o rica pedrería.
La costumbre occidental, de quitarse el sombrero para saludar, se remonta al tiempo de los caballeros de la Edad Media. Estos señores, cabalgaban siempre prácticamente encerrados en sus herméticas armaduras. Cuando se encontraban frente a otro caballero, como el yelmo les cubría totalmente la cabeza, no sabían si lo conocían o no, y esta situación, se prestaba a confusiones; por eso optaron por alzarse el yelmo, descubriendo así su rostro. Cuando se cruzaban con alguien que les parecía sospechoso, solamente alzaban la visera.
Con el correr del tiempo, desaparecieron las armaduras y los yelmos, pero quedó la costumbre de descubrirse la cabeza.los militares, aún hoy, al saludar tocan la visera con su gorra, rememorando aquella vieja actitud, de saludo y cortesía.
Pero lo realmente positivo es que, cualquiera sea la forma adoptada a través del tiempo y la idiosincrasia de los pueblos, el saludo sigue cumpliendo su hermosa función: acercar a los seres humanos y crear entre ellos un vínculo de paz, de confianza y de cordialidad.

Extrañas costumbres

En el antiguo Japón, una persona que no saludaba a otra de mayor jerarquía, podía ser condenada a la pena de muerte.
Griegos y romanos se estrechaban las manos y solían besarse en las mejillas. Los chinos se saludaban estrechándose sus propias manos, esta costumbre, aparentemente sin sentido, tiene su explicación, ya que en aquellos tiempos las fiebres y las epidemias solían azotar esas regiones, y ellos trataban así, de evitar todo posible contagio.
Ciertos indígenas de Oceanía se saludaban entrechocando sus narices. En cambio, los nativos de la Costa de Oro, acostumbraban dejar caer la toga que les cubría, dejando descubierta la espalda para demostrar confianza a la persona, que consideraban incapaz de una traición.
La costumbre de los nativos de Nueva Guinea es de lo más insólita, ya que al irse una persona querida la despiden llorando y embarrándose totalmente. En el Tíbet, algunas tribus se saludaban mostrando la lengua en señal de que jamás pronunciarían palabras ofensivas hacia el amigo.
Akira
Joselin

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